El otro día me encontraba leyendo un libro de matemáticas y mi amigo Manolo me preguntó qué es lo que hacía y le contesté: me estoy preparando para entender un tema de Física en donde se requiere encontrar cuan grande o cuan pequeño se pueden tornar unos valores: problemas de funciones que toman valores máximos o mínimos.
Obviamente, por no estar en mi contexto mental, no captó lo que quería decirle así que para nivelarnos le relaté la historia de la reina Dido, la fundadora de Cartago. Le conté que Dido, después del asesinato de su esposo en manos de Pigmalión, hermano de ella, huyó a la costa norte de Africa donde compró al rey Yarbas un trozo de tierra para construir Cartago. ¿Cuanta tierra adquirió para fundar la ciudad? Aquí radica la primera historia práctica de máximos y mínimos. Durante el trato de compraventa, el déspota Yarbas, con el dinero en su poder tiró a los pies de Dido una piel de toro y le dijo: “Tu territorio será del tamaño de toda la tierra que encierra este pellejo”. Ella se sintió impotente, y decepcionada y llena de frustración se retiró a su tienda. Caviló durante todo el día la manera de salir de este aprieto y resarcirse de tremendo abuso. En la noche no pudo conciliar el sueño, pero durante la duermevela se le ocurrió una idea para salir del aprieto y vengarse del abuso.
Mucho antes del amanecer cogió la piel y empezó ha hacer de ella tiras tan delgadas que cuando las unió tenía una cuerda de varios kilómetros de longitud. Esta la dispuso en el desierto en forma de círculo y circunscribió un área que consideró apropiada para la fundación de su ciudad. Cuando Yarbas se dio cuenta de lo que Dido hizo con el pedazo de pellejo que le había entregado sólo le quedó reconocer su derrota y no intervino más. (La leyenda cuenta que al menos así fue durante un tiempo porque después quiso obligarla a casarse con él, pero ella se suicidó antes de que la tocara.) Así nació Cartago.
Nos preguntamos: ¿que hubiese pasado si hubiese dispuesto la soga en otra forma que no sea un círculo, digamos en forma de un cuadrado? El resultado daría un territorio menor que aquel inscrito dentro del círculo. Dido se enfrentó a un problema de máximos y lo resolvió sin hacer uso de las matemáticas y sólo con su intuición: ¿Cuál es la mayor área que puedo inscribir en el perímetro que me da esta cuerda de pellejo? Pues el círculo.
Y así acaba esta historia. Claro, es una leyenda pero…
Al terminar mi relato le dije a Manolo, oye, me has tocado un botoncito que si no lo vuelves a pulsar voy a seguir hablando de este tema, y él me contestó: sigue, que si me aburro ya sé donde apretar. Entonces le conté la más famosa historia de Máximos y Mínimos. Le advertí nomás que iba a escuchar un par de nombres de lo más extraños. Y así comencé a contarle de la curva Braquistócrona que a la vez es una Tautócrocrona y de su relación con la Cicloide.
Muchas centurias después del suceso de Dido, en el siglo XVII, se presentó, como te dije, el caso más connotado de Máximos y Mínimos. Era la época de la ebullición de las matemáticas en parte gracias al la herencia de Descartes y al descubrimiento simultáneo de Newton en Inglaterra y Leibniz en Alemania del Cálculo (en otro momento, si deseas, veremos de que trata esta rama de las matemáticas, pero te adelanto que constituye uno de los más grandes logros del genio humano). El espíritu de los Mosqueteros seguía viviendo en el ámbito de escaramuzas científicas y es así que los retos también provenían de las Academias de Ciencias y Gacetas Científicas que por esa época de revolución intelectual estaban en formación. Por ejemplo, se podía anunciar en una revista: “Hoy día el matemático XYZ retará a la comunidad de sabios de Basilea proponiendo el problema de cómo calcular el ángulo que deberá tener un cañón para que su proyectil alcance la distancia máxima, después de disparado. La solución por cierto ya ha sido obtenida por el matemático XYZ de manera ingeniosa y particular pero no será dada a conocer hasta la víspera de Navidad. Los Filósofos y Matemáticos se pueden inscribir en…”
Pues bien, en el año 1686, el famoso matemático suizo Johannes Bernoulli (1667-1748) no se quedó atrás y a través de las páginas de la gaceta “Acta Eruditorum”, en la edición de Junio de 1686 anuncia que retaba a “descubrir la forma que deberá tener un alambre por el cual se desliza sin fricción y por acción de la gravedad un objeto desde un punto A, a otro punto mas bajo B, en el menor tiempo posible”. (Fig. 1)
Figura 1
Además, el lance añadía que “… para prevenir juicios apresurados, aunque si bien es cierto que la línea recta AB (línea punteada) es efectivamente la más corta entre los puntos A y B, ella no es el camino recorrido en el menor tiempo. Sin embargo la curva AMB cuyo nombre lo daré si nadie la ha descubierto antes que finalice el año, es bien conocida por los geómetras.”
En este momento vale que te recuerde, le dije a mi amigo, la rivalidad que existía entre Inglaterra y la Europa Continental, particularmente con Francia y Holanda. Ella estaba motivada no sólo por guerras y conquistas de ultramar si no por la conquista del conocimiento y la primacía en sus descubrimientos. Y en estos momentos las comunidades científicas a ambos lados del canal de la Mancha estaban tomando partido en el pleito entre Leibniz y Newton por la paternidad del Cálculo.
Regresando a nuestra historia, llegado el plazo fijado por Bernoulli, 1 de Enero de 1697, la solución estaba lista para publicarse, pero el único remitente con un planteamiento válido hasta entonces había sido el mismísimo Leibniz (1646-1716), en vista de lo cual solicitó que se ampliara el plazo de entrega. Y así fue que Bernoulli anunció la prórroga con un poco de presunción diciendo que no sólo estaba de acuerdo con la “encomiable propuesta de Leibniz si no que yo mismo he decidido anunciar la extensión del plazo y por lo tanto ver quien ataca esta excelente y difícil cuestión después de tanto tiempo.” Luego, para cerciorarse de que el problema había sido bien entendido, lo volvió a enunciar añadiendo que “dentro de la infinita cantidad de curvas que unen ambos puntos, escoger aquella que si es reemplazada por un tubo delgado o un camino ranurado, donde una pequeña esfera es colocada y luego soltada, dicha esfera pasará de un punto a otro en el menor tiempo.” El problema no era fácil, le recalqué a mi amigo. Fíjate, le dije, el mismo Bernoulli se encarga de decir en el párrafo citado arriba que hay infinita cantidad de curvas que unen los puntos A y B. ¿Cómo saber cual es la adecuada para que se cumpla la condición por la propuesta, aquella del tiempo mínimo? ¿Cómo determinar la Braquistócrona? Esta palabra, Manolo, se forma con las raíces griegas “braquistos” = el más corto y “cronos” = tiempo y es así como ahora se conoce a dicha curva.
Bueno, descontando obviamente a Johannes Bernoulli y Leibniz, llegaron a la redacción de la Gaceta Eruditorum tres respuestas correctas adicionales: la de Sir Isaac Newton (1642-1727) de Inglaterra, Jakob Bernoulli(1654-1705)-hermano de Johannes –de Suiza- y la del Marqués de l´Hôpital de Francia.
Fíjate Manolo. Son dos Bernoulli los que dieron con la solución y por la tanto deseo mencionar el caso singular de que hay familias donde se transmiten genialidades y habilidades a través de generaciones consecutivas: la familia de músicos Bach es un caso y la de los matemáticos Bernoulli es otro.
Y recordando lo de las rivalidades, le dije a mi amigo: te cuento que Newton no se enteró del problema por medio de la Gaceta si no más bien por una carta de Johannes que con el enunciado del problema le había hecho llegar a Londres, un poco por “la puerta falsa”. En particular, el lance directo de este matemático del continente a Newton tenía como motivo explícito medir la fuerza intelectual del contrincante inglés. Por ese entonces, Sir Isaac Newton de 55 años y según el mismo, con su capacidad matemática de antaño muy disminuida, trabajaba como administrador de la Casa de la Moneda en Londres. Relata su sobrina Miss Conduit, que el día en que recibió la carta de Bernoulli, Newton había llegado a su casa a eso de las cuatro de la tarde, muy cansado por encontrarse en medio del ajetreo de una nueva acuñación importante. Sin embargo trabajó hasta las cuatro de la mañana del día siguiente. “No me gusta ser molestado por extranjeros con problemas matemáticos” manifestó con algo de soberbia, al enviar, sin firmar, su respuesta a la redacción del Acta.
Cuando Bernoulli tuvo en sus manos esta solución anónima reconoció el genio de Newton exclamando “¡ex ungue leonem!”: ¡por las uñas reconozco al león !
A estas alturas del relato Manolo me dijo con algo de impaciencia, “bueno, yo creo que ya es tiempo que me cuentes cual fue la solución.”
La solución es la curva llamada Cicloide. En realidad, una porción de la Cicloide pero invertida. Fíjate en la figura 2(Una Cicloide)
En ella un círculo -piensa en una llanta con un lápiz fijo en el borde- va rodando a medida que dibuja un trazo. El trazo es la cicloide. Una porción de esa cicloide, pero invertida es la famosa Braquistócrona, tal como aparece en la Fig 1.
¿Cómo llegó Bernoulli a la solución? Lo hizo combinando conocimientos de dos disciplinas: La óptica[1], y las matemáticas. Su solución, como muchas de la época fue ad-hoc. Es decir, sólo se aplicaba a ese caso en particular. Hoy en día la solución de los problemas de Maximización y/o Minimización de funciones pertenece a la rama de matemáticas llamada Cálculo de Variaciones.
Bueno, Manolo, antes de terminar mi relato, deseo contarte acerca de una sorprendente cualidad de la Braquistócrona. Esa cualidad, y aquí viene el otro nombre raro, es la del isocronismo o tautocronismo (“tauto” = “iso” = igual). Lo sorprendente se da al verificar que el tiempo de caída de un objeto soltado desde cualquier altura en una Braquistócrona toma el mismo tiempo en llegar al final. En otras palabras, si sueltas una cuenta desde arriba y otra desde la mitad, las dos llegan al final al mismo tiempo. Esta es una de las sorpresas contraintuitivas que nos da la Naturaleza.Pues bien Manolo, hemos terminado este relato que empezó con una pregunta inocente tuya. Ya puedes apretar mi botón.
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[1] De la óptica tomo la ley de refracción de la Luz de Snell (1591-1626) y el Principio de Menor Tiempo de Fermat (1601-1665). La primera se refiere a la trayectoria que sigue un rayo de luz al pasar entre medios de distintas densidades. Por ejemplo pasar del aire al vidrio y al agua si hablamos de un vaso. Una cuchara dentro del agua se verá distorsionada por los distintos caminos que toma la luz. El Principio de Fermat enuncia que la luz atraviesa distintos medios “buscando” siempre la trayectoria más corta entre ellos. Este principio tiene connotaciones filosóficas y está categorizado como un argumento teleológico: muchos fenómenos de la naturaleza se entienden mejor si se adjudica a su comportamiento un propósito o una finalidad. En el caso de la luz, su propósito será “buscar” el camino más corto. De las matemáticas utilizó el Cálculo infinitesimal.
Thursday, January 01, 2009
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