Escrito para a revista del área de Calidad Educativa de la UPC (Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas)
referido a mis experiencias como Orientador de alumnos de la institución.
Los asesores académicos de la UPC somos un equipo de profesores que tenemos la labor de orientar y apoyar al alumno en riesgo académico para que encuentre su propia manera de superar exitosamente los escollos con los que tropieza durante su paso por la universidad. Estos son de diversa índole pero sobresalen los motivos personales –tanto familiares como individuales-, las dudas vocacionales, y la carencia de un método de estudio lo que hace que nuestra labor sea muy variada. Pero existe una causa de riesgo –soterrada ella - que es difícil de definir en una frase y, que además, requiere otro tipo de actitud para su manejo; hablamos de la inmadurez. La inmadurez puede ser la razón subyacente para síntomas como la falta de motivación, el desconcierto con los cursos y de la frustración con la carrera. En nuestras reuniones nos referimos ella cuando el alumno no tiene una actitud crítica ante la vida, se llena de razones, externas a el, para justificar su desempeño y tampoco está al corriente de las características de la profesión en la cual se está formando, entre otras señales. Ante un alumno inmaduro, ¿cuál debe de ser el trabajo del asesor? A veces nos sentimos como un faro que, gracias a su continua e insistente señal advierte al alumno sobre los riesgos del comportamiento pueril para que, con sus propios medios llegue a buen destino. Pero en la práctica debemos asumir la actitud del escucha activo, interviniendo de vez en cuando con pocas pero bien pensadas preguntas que conduzcan al alumno a cuestionarse y a realizar una introspección para que el sólo vaya encontrando las respuestas que le hagan sentido y se estimule para continuar su búsqueda. En pocas palabras, pacientes, pero estrictos, debemos participar en la puesta en marcha del círculo virtuoso del auto-descubrimiento. El sicoanalista francés Jacques Lacan ilustra con un juego de palabras como puede apoyar un padre a su hijo: “pour perseverer il faut avoir un père severe”; en castellano, “para perseverar, se debe tener un padre severo” (y, por supuesto, cariñoso).
Para cumplir con las competencias que la UPC demanda de sus alumnos, la madurez es esencial porque en su ausencia, el individuo no puede tener ni la orientación al logro ni conocer la realidad y asumir su responsabilidad frente a ella.
Finalmente, tenemos que mencionar el placer que sentimos cuando nuestros alumnos, un buen día, entran a nuestra oficina con otra actitud y mirada que refleja la satisfacción de administrar su propio destino.
René Gastelumendi Dargent
UPC, Lima, 22 de Febrero del 2005